Cuando Shasa asfixió a ese gorrión, lo entristeció sentirse solo, se sabía sin amigos, ni siqueira enemigos; la laboriosidad de su cazeria había sido plenamente solitaria, sin voces ni sonidos, sin una luz que se reflejaré en sus pupilas bien dilatadas, una simple acción carente de ecos, abandonada al misterio laberíntico de la mente del asesino.
Su unica referencia a la maldad, era lo sobre natural: los muertos, las brujas, todos los miedos a lo desconocido, sin embargo tenia un miedo a algo más real: a la cocinera de la tienda de zapatos con quien compartia el dormitorio. La cocinera, saco de huesos que pegaba de gritos antes del amanecer, murio frente a él.
Cuando Shasa se dio cuenta de lo espantoso que era esperar a que el anima de la cocinera viniera a jalarle los pies, resolvió cada noche darle una limpieza a su alma representada por un baúl repleto de objetos y recuerdos.
El gorrión aun era desde antes parte de los receurdos y pecados de Shasa, asi que cada mañana cargaba sobre sus hombros la culpa y la escrutación del espejo que lo declaraba: ASESINO. Matar a ese gorrión y ser testigo de la muerte de la odiada cocinera, eran dos cosas que atormentaban la cabeza de Shasa, una por la noche, la otra por la mañana.
Los dueños vendían zapatos y para ello contrataban empleados, venian algunas mujeres solas, algunas más coquetas que otras, todas se sentían halagadas con las caricias indiscretas a los pies que los vendedores les hacian:
- hay pero que cosquillas usted hace, pilluelo.
Y muchas cosas más les decian, Shasa estaba acostumbrado a eso, a algunos engaños, pequeños robos y sobre todo al trabajo pesado, las tareas era injustamente repatidas y nunca flataba el jovenzuelo novato que viniera a querer demostrar lo sencillo que era hacer la tarea de Shasa.
El unico lugar donde Shasa alguna vez se había sentido en completa paz, además de en casa desnudo bajo las cobijas, era sin duda la catedral de San Petersburgo, habiendo nacido en Moscú, tenia algunas referencias a la vida en la ciudad.
Pero ahora en aquel pequeño puerto pesquero, la zapateria era los más parecido al ritmo urbano de Moscú.
Resolvió hacer su propia Catedral, junto pedazos de botellas rotas, latones de comida vacios y maderas que robaba de algunos muebles solitarios.
- Maldito el dia en que Dios me ha arrancado el sueño... ¿quien ha robado la pata de mi cama?, ¿que demonio de ojos de hiena a venido, que Incubo de apetito enfurecido se trepa sobre mis ojos...?
Recordaba a la cocinera gritar, mietras a escondidas prendía una pequeña vela dentro de su caja que le servia de catedral, y ahi, como difunto en misa de cuerpo presente, abandonado a los gusanos, el gorrión.
-que maldito olor es ese, ¿por que tienes esa caja con una luz adentro, ¿que clase de estupido prende fuego debajo de una caja llena de basura...?
La cocinera gritó y levantó bruscamente la caja dejando caer todo, la mirada seca del gorrión se incendio de plumas que ardían como flamas hambrientas que consumieron todo en poco rato, el olor era nauseabunte y el dormitorio era pequeño, salió la cocinera a la nieve y tiró las cajas, el baul y las cosas de Shasa, habia sido despedido. La cocinera que era su ama en la cadena de empleados, tenia potestad sobre de él.
Shasa recogió sus cosas y regreso al dormitorio sólo para pedir su ultimo pago (dos monedas que cambairía por un par de botines, segun calculó esa tarde), pero al regresar, vio el cuerpo de la cocinera en el piso mientras una lagunita de sangre mas bien negra aun humeaba bajo la voca.
La gendarmeria y los dueños preguntaron a Shasa, quién se limitó a narrar cómo la cocinera se retorcia cada noche mientras tocia y se acicalaba con petróleo el pecho, y le decia:
"Niño infernal, si dices algo, te destripo como destripo a las gallinas",
-ademas.. creo que no dormia, pues resaba la noche entera siempre a la virgen de San Pedro...
Esas y otras mentiras dejaron a Shasa seguir trabajando en la zapateria, y despues de unos días una dulce mujer poco mas joven y mucho más amable estaba en la cocina preparando una masa para la comida, cantaba una canción de cuna que Sasha reconoció, ¿acaso asi seria su mamá -de no haber muerto esa noche que nació Shasha- asi seria ahora su mamá?
Shasa se quedó oyendela a escondidas mientras masticaba un poco de pan con endulzante, se quedó dormido, se le calló el pan y un ratoncito lo comío, Shasa despertó entonces y lo miró y lo llamó Nicolas, en honor a la cocinera que habia muerto el día de San Nicolas.
El y su ratón son ahora amigos y tratan ser buenos y no matar gorriones, de no mentir y de no ser descubiertos cuando se esconden bajo la escalera para oir cantar a la nueva cocinera.
Alex Garrido, Carta a Máximo Gorki, desde mi infancia.