miércoles, junio 11, 2003
Guitarras y muchachas
(fragmento)
En medio de la noche, del mar y de un cielo muy hermoso, el avión bufaba con suavidad, como un gato que duerme ronroneando entre las nubes. Reflexioné con muy poca energía el plan de acción que a cumplir para esos dos meses, sólo tres prioridades había que cumplir: tocar guitarra, no hacer enemigos y regresar a casa, afortunadamente (y desde mi punto de vista), logré con cierta facilidad estos tres objetivos.
Otra vez me desperté (ya ebrio) y aún seguíamos en el avión, fueron como ocho o más horas de viaje en los cuales me dediqué a pensar en mi guitarra y en las muchachas y como es nunca se han mezclado ambas cosas… de eso trata este escrito, con el permiso de ustedes:
La guitarra es un instrumento del cual no me puedo quejar, me ha dado mucho a cambio de nada, por suerte y a diferencia de los grandes genios de las guitarras y guitarristas geniales, mi compromiso con el instrumento es mucho más sencillo, casi de amigos y quizá por esa actitud es que de los cientos de guitarristas que he conocido así que digamos mucho respeto o grandes camaradas, pues no hemos logrado ser…y mejor para mi
Mis padres y su relación con la música que toco pues no creo que sea la mejor. Mi papá, por ejemplo, siempre soñó con el día en el que tocáramos el piano o que cantáramos en el coro de la iglesia a la que asistíamos (una iglesia protestante común y corriente de la ciudad de México); y mi mamá, por su parte, quería que nos laváramos bien los dientes, que no dijéramos tantas groserías y que comiéramos bien, hoy día no creo que recuerden esas cosas tan simples, yo apenas si las he rescatado de la bodega de memorias que tengo; el caso es que por ejemplo cuando uno es adolescente eso de sentir rechazo o descrédito todo el tiempo en el hogar por tocar la guitarra, pues no te hace tan feliz.
Y así, como un adolescente infeliz pues no me era fácil demostrar seguridad a las muchachas que tanto me gustaban, así que decidí mejor otra estrategia, me limitaba a agredir, y así arañar un poco de seguridad que más bien se convertía en rechazo y hostilidad mutua.
Había claro, muchas muchachas guapas alrededor de la música y de mi juventud, pero yo tenia mi propio repertorio de verdades y absurdos a los cuales ceñirme, y no hay que decirlo… era un pobre diablo.
Entonces tenía un grupo de escritos acerca de ellas, las muchachas, jóvenes mujeres mexicanas con bonitos cuerpos y caritas amables, tenía varios volúmenes al respécto del tema, los nombré: LAS MUJERES BONITAS SIEMPRE MIRAN LA TAZA DEL BAÑO ANTES DE BAJARLE, además tenía otros más y escritos de la escuela y más cosas que ya no recuerdo que tanto decía, sólo recuerdo el sabor amargo de la frustración y el descrédito.
Por su parte a ellas siempre les atraía algo de mí, y creo que era esa extraña forma de tratarlas, como si fueran diferentes a las otras mujeres, yo las trataba como si fueran únicas en su forma de pensar, como si fueran geniales, y ello les hacia pensar que yo era alguien en quien podían confiar, era una especie no peligrosa de hombre en el cual ellas podían vaciar todo tipo de confesiones, ideas y sentimientos.
Ese era mi truco, así que por ello quizá nunca logre enamorarlas, más bien era yo alguien para platicar y oírlas confesar como hacían sus vidas miserables entre otras cosas. En eso me especializo, soy un confesor nato, de patente. Y ellas aman a los oídos atentos que no se interesan en interrumpir su charla con comentarios sensibles e inteligentes de la vida, ese era yo alguien que sabia escuchar y guardar los secretos, ello me convertía casi en un genio para ellas.. .ja ja.
Mi manos son pequeñas y cuando saltan entre las cuerdas de la guitarra se ven aun más pequeñas, además yo soy pequeño y cuando …
continuará