miércoles, junio 11, 2003

HEREJÍA SINDICALIZADA





Recuerdo que desde pequeño fui un fervoroso creyente, un devoto y fiel católico que prefería la vida piadosa y el sosiego cristiano, al tumultuoso y ajetreado ritmo urbano que rebalsaba de violencia las calles de esta gran ciudad

Mis arreglos con Dios eran de lo más formal, yo pedía cosas y para obtnerlas tenía que trabajar por ellas, por lo tanto devengaba un salario de milagros y hechos a favor de mi, es decir tenía un pacto de mutuo acuerdo. Seguro era una herejía y pecado de soberbia, pero si por alguna razón mi contrato no era cumplido, entonces, como un delegado sindical o algún amparo de las leyes de los trabajadores... comenzaba una huelga, entraba en franca oposición y tenía derecho a revertir el orden; la vida piadosa y ordenada se convertía en campo de batalla, en zona libre, en vituperio e idolatría, en bacanal y transgresión.

Mi anatema era muy simple: herejía.... Me robaba todo lo que podía de la iglesia, me confesaba diciendo mentiras, me lavaba las manos con el agua bendita, leía historietas en misa, y como premio mayor, me colmaba una paz espiritual que nunca obtuve del lado de los santos y de los crucifijos. Así que decidí hacer las cosas a mi modo, deje de negociar de manera pacifica para convertirme en la liga obrera más revoltosa de mi capilla. Y Hasta que no viera indicios de que las autoridades cederían, pues no movería un dedo para finalizar el conflicto. Los intentos de negociación no fructificaban, la mesa de discusión se enfrascaba en los detalles más mínimos, la agenda se resumía a una sola frase: ¡QUEREMOS MILAGROS YA !

El conflicto empeoró, de mi lado tenía a los amigos, a la alegría y a el bullicio; del otro lado, a las imágenes estáticas, a los corazones llameantes y ensagrentados, a las espinas y el sordo éter de las misas crípticas e indescifrables, así que decidí otro tipo de doctrina, una doctrina más entretenida, mejor pagada y menos exigente. Junto a mi casa había un negocio que compraba periódico viejo y cartón, también vendían libros y revistas usadas, así que ahí fundé mis oficinas generales de acopio y divulgación científica, centro de información de acceso gratuito donde por cosas del destino, cayó en mis manos un libro de VUDÚ.

Ahí encontré derecho a milagros y beneficios de manera más honesta, más limpia y abierta, se tenían iguales derechos y obligaciones, se pedían pocas cosas a cambio de milagros reales, no ficticios. El intercambio entre tareas y milagros era sencillo, práctico, inteligente, democrático. Si quería dinero, amor, respeto, fuerza, suerte... tendría sólo que mezclar algunos objetos en determinadas circunstancias y en determinado orden y ya.

Lo primero que se me ocurrió hacer fue el matar. La instrucción era simple, había que clavar un hierro en la huella de la víctima cuando esta se detuviera en una encrucijada de 4 caminos. Así que lo primero que había que hacer es encontrar una víctima. Salí a la calle, muy seguro y tranquilo como sabiendo cosas que los demás ignoraban. Me senté en el parque, donde la fuente ofrecía una glorieta donde había cuatro caminos a elegir y esperé. La luz del sol se entretenía sobre el agua que brotaba silenciosa en las mañanas hermosas de domingo, los niños pequeños jugaban felices y las familias paseaban en tranquila paz.

Mi persona de unos diez años buscaba acomodar la realidad y el orden espiritual del mundo, no tenía tiempo para paseos ni helados, quizá por ello es que hoy adulto, no me gustan los dulces, helados ni golosinas. Pues no pasó nada, sólo que me aburrí de buscar víctimas y aunque me leí todo el libro, me era difícil conseguir algunos materiales de las recetas: polvo de uña de muerto, sangre de gato, dientes de asesino, pues de verdad que se me dificultó encontrar todo eso.

Así que mientras tanto en el parque soleado, viendo el brillo del sol serpentear entre el agua, camino a casa leería en busca de doctrinas emergentes mientras alguna víctima algún perro rabioso o algún enemigo se me atravesara, de mientras tenía de todo a la mano, una torta, clavos, juguetes, cera, agujas, cerillos, libros para iluminar, colores, historietas y cuentos infantiles.