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Anteayer por la tarde al salir del trabajo fui al cortarme el cabello, pero pasa que cuando uno se enfoca en algo en específico, eso mismo que queremos se diluye ante nuestros ojos, es como si dios o el diablo, santa clós o algún duende ocioso se encapricharan en alejároslo.
A veces es mejor es no desear las cosas con demasía, no sea que alguien quiera mostrarnos cierta verdad eterna y sublime y que para aprender sabiamente tiene que humillarnos vía parábola mística, y nos niegue aquello que recién se nos antojó, es como si el orden moral de la vida guardase pequeñas venganzas en contra de nuestros deseos y apetitos, es decir en este caso el peluquero se había retirado temprano a su casa... yo tenia el dinero así que decidí visitar otra peluquería.
Mi peluquero es uno de esos viejos maestros que han sobrevivido a las crisis económicas del país gracias a la laboriosidad artesanal en el manejo de la navaja y las tijeras; los clientes que acuden a este tipo de peluquerías tiene más de diez años de fidelidad; sorprende como uno pude cambiar de amores, trabajo, pareja, domicilio pero no tan fácilmente de maestro peluquero.
Uno tiene su maestro personal, con quien se siente cómodo, quien lo conocen bien, nuestro peluquero ya sabe como nos gusta el corte y conoce nuestros puntos débiles respecto nuestra apariencia, incluso el maestro de uno es aquel que conoce la mitad de la historia de nuestras vidas; creo que esto ultimo es lo que me ha echo cambiar de peluquería.
Tres quizá, no más, han sido mis peluqueros. Uno a veces acude a un hotel de lujo o a una de esas peluquerías de renombre solo por curioso pero ya sea por los precios tan altos o lo aburrido que es, uno se harta y regresa con su peluquero de confianza; demasiados, médicos, abogados, contadores, hombres dentro de la eminencia que abruman, son tediosos y no paran de hablar de lujos, corridas de toros y vanidades de corto vuelo.
No se el nombre de mi maestro, ni se lo he preguntado nunca, de echo me cae mal, no hay empatía, apenas si le hablo, y si alguna cosa he llegado a expresar, ah sido: "odio venir a la peluquería". Y es verdad.
Me desespera mi peluquero, solo me gusta cuando comenta las noticias de la nota roja, es divertido por que me deja ver la estructura de su prejuicios, odios y esperanzas. Por ejemplo, si violaron una mujer es de los que opina que ella de seguro venia vestida con una minifalda provocando "al hombre”. Pobre vejete, no se si sentí repulsión o lastima, pero desde entonces no le hablo gran cosa.
Se esmera en algo que a mi ni me importa, lo tengo súper limitado, nada de rasurar, nada de descañonar, nada de peinarme (odio que me peinen), y mucho menos que usen la pistola secadora para esponjarme el cabello. Cuando me muestra con el espejo mi nuca para enseñarme el tipo de corte (cosa que odio), ni volteo, solo digo: si si, esta bien, le pago, no le dejo propina, me pongo mi gorra, enciendo un puro y me voy.
Es un viejo vanidoso que gasta un diminuto bigotillo recortado apenas arriba del labio, un esmerado peinado como de señora (una especie de doble copete con los flancos aplastados), además siempre usa corbata, es pues una clásica peluquería para señores.
Sin embargo, no siempre las cosas funcionan a la perfección, uno se despierta por las mañanas y al salir al trabajo se encuentra con horribles notas en los periódicos locales, todas ellas ilustradas con horripilosas fotografías de degollados, quemados, linchados, muertos en choques de carro o choques eléctricos o en carritos chocones eléctricos de las ferias, en estadios de fútbol o en peleas de gallos, dentro de sus casas, mientras dormían o en un momento de una dicha y felicidad aparente.
Decidido a cortarme el cabello, pasé por una peluquería muy cerca de allí, pero solo había un joven desocupado a quien seria yo asignado, le tuve desconfianza y pase de largo. Me detuve en otra pero era demasiado caro, era un salón estética unisex había un gordo y bofo cuarentón teñido de rubio con caireles como bebe de anuncio de la televisión (pero con voz como de alguna de mis ex suegras con resaca), me desanimó al no hacerme un descuento, en otro siglo su apariencia bien podría ser digna de un rey o de un director de orquesta, incluso se parecía J. S. Bach, solo que este "estilista" quizá estaría mas propenso a lamer escrotos que componer melodías, "los conciertos de Brandeburgo" no serian requeridos en esta ocasión.
Por fin entre a una estética con un nombre que remitía más a la sodomía que al corte de cabello, y eso me hicieron, es decir me lo cortaron, el cabello; me quedó horrible, parecía a mis compañeros de la oficina, además tenia la patilla muy alta, yo siempre había creído que los cortes de moda con patillas rasuradas altísimas obedecían a la lógica de los electrodos psiquiátricos, estos estilistas bien podrían estar burlándose de mi, al lavarme el cabello note gestos de desagrado y al salir creí que se reían entre ellos. Nunca había visto mi cabeza con un corte tan sport-audaz-juvenil... parecía velocista olímpico, o boxeador recién arribando a la fama.
Pase al supermercado contiguo a comprar algunos bolillos y mientras escogía el pan, una joven se reía detrás de su mostrador, se reía viéndome... Fui a las cajas a pagar, en ese instante dudé y me regresé y le pregunte si acaso se estaba burlando de mí, o de mi peinado.
Y sucedió … en medio del supermercado, esta bella mujer de 23 años me sedujo, no se reía de mi corte de cabello ni mucho menos, me estaba coqueteando (“le queda muy bien su corte señor se ve usted muy guapo, debería venir más seguido”), es posible que no sea fácil de digerir esto que me pasa, algo les atrae de mi a no pocas chicas, mujeres maduras o jóvenes... me miran de verdad que me miran y muchas de ellas sin pudor, otras veces he pensado que me están confundiendo, o que algún ladrón de bolsos se parece a mi y tratan de reconocerlo en mi cara...
Muchos pero sobre todo muchas podrían desconfiar hora mismo de la veracidad de mi testimonio, la gente se cree que solo los guapitos esbeltitos con camisitas ajustas y carita como de bebe y gestitos audaces y sensuales se ligan las mujeres bellas, lo cual, oh hermosa conocidas adictas a la televisión, no es necesariamente cierto.
Nos dijimos de todo, nos queríamos besar ahí mismo, ella estaba casada y tenía un par de hijos y un esposo celoso lo cual no le persuadió de decirme cosas como:
“me gustas mucho, unos besos si te daba, nos veo juntos muy fácilmente... “
Fue un flechazo genuino y fresco, nunca me habían coqueteado así de franco, no soy el guapo de mi calle, ni de mi casa, ni de ningún lado… ella tenia un boquita deliciosa y un cuerpo delicado y sexy, ojos profundos y nalgas de adolescente... me excité y me regrese varias veces antes de irme a casa, no me fui sin antes llenarle la cabeza de frases encendidas que casi terminaban en "vamos a mi casa hora mismo".
Decidí retractarme de toda posible homo fobia disimulada o pensada en mis comentarios pasados, grandes estilistas modernos llenos de inventiva y creatividad… quien soy yo para criticar sus caprichosas delicias sublimes y vivencias sexuales... mis patillas estaban perfectamente altas, me sentía alegre, excitado guapo, vanidoso... me fume un puro de los Tuxtlas Veracruz te-amo que compre en Sanborns, subí a un taxi y llegue casa.
Pensé en pasar al siguiente día al supermercado y entregarle mi número celular y decirle: enférmate un día, sal temprano, o comamos juntos...
Al día siguiente le escribí una carta que decía cosas al rojo vivo a la vez que permeaba un interés genuino en ella. Llegue al supermercado y la ví, seguía igual de hermosa pero se le veía de mal humor, limpiando su vitrina, haciendo muecas... pase cerca la salude y me sonrió.. otra vez la magia se encendió...
Sin embargo, decidí no darle mi teléfono ni tampoco la carta... esa misma noche después de que se durmieron sus niños quizá estuviese haciendo el amor con su esposo y yo solamente escribiendo esta breve nota en mi maquina que no tiene instalado el Word, ni tampoco letra "a" que tengo por cierto que teclear con el código ASCII, que es "Alt. 97”.