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El grandilocuente anarquista epistemológico narra en su autobiografía (Matando el tiempo), que una de sus fotografías favoritas es aquella en la que se le ve lavando los utensilios de la cocina de su casa en Suiza, a sus espaldas, su esposa mueve la cabeza, señal de que tiene un punto de vista diferente de lo que parece enorgullecer a Feyerabend, su esposa no opina lo mismo que él respecto a las tareas en casa.
Gracia Borini, una bella mujer que se enamora del charlatan con bastón, contesta personalmente uno de mis mensajes dándome una nota de acierto respecto a la busqueda del método de su amado anarquista.
Intercambio de roles, disfunción sexual, charlatanería y agresión, conforman más bien el corazón de un hombre que al final de su vida, confiesa que en realidad no le importa tanto las dolencias del método científico, la vanidad de las científicos y las osadias de lo institucional, sino el amor y nada mas que el amor.
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