miércoles, junio 11, 2003
TRES COSAS QUE TODO MUNDO DEBE DE SABER ANTES DE APOYAR CAUSAS NOBLES
(me gustaría que fuera una relato más largo)
Para ser honestos nunca he sido gran entusiasta de la solidaridad, nunca he apoyado a ninguna causa noble, tampoco me he preocupado por servir o ayudar al rescate de los valores ni de las personas, no me gusta dar limosna ni cooperar para recolectar firmas, mis opiniones al respecto de todo ello siempre habían sido sarcásticas y desinteresadas, no doy propina ni consejos, nunca he donado sangre ni he defendido a nadie en la vida. A lo que más he llegado a sentir por los demás, es envidia. El prógimo, según mis análisis moral de los castigos divinos, de las nomas éticas, y de la violación de los códigos ciudadanos, sólo te acerca más al pecado al crimen y al castigo que si vivieras aislado, tarnquilito.
Sin embargo, y sin calcular demasiado las consecuencias, de pronto me vi envuelto en toda una revolución contraria a mis costumbres.
Todo comenzó esa tarde cuando aquellas tres señoritas llamaron a mi puerta, repartían trípticos invitando a la gente para que se involucrara en su lucha, se trataba de un pequeño movimiento local de algunas bailarinas quienes habían logrado abrir un espacio público en una antigua casona decomisada al hampa por el gobierno.
Un grupo de jóvenes mujeres habían remodelado y rehabilitado una casa que en un principio les había prestado el ayuntamiento para ensayar en su patio, pero al paso del tiempo y reunieron el apoyo e interés de otras más personas, abrieron lo que ahora llamaban "La casa de la luna" que era una suerte de foro y espacio cultural donde se presentaba alguna veces música de cámara, además tenían un programa mensual de danza, habían abierto un vídeo club y presentaban libros y pequeñas exposiciones de pintura y fotografía. "La casa de la luna" podía solventar sus gasto gracias al dinero donado y a su modesta cafetería que vendía bocadillos y pastelitos hechos en casa.
Para mi todo eso, desde el nombre del lugar, hasta los pastelitos, me era repulsivo… La cultura estaba rodeada de gente que abusaba demasiado de ella, desde siempre había asociado a la música clásica, la literatura, la pintura y al cine; con pipas de madera labrada, chamarras de piel, suéteres de cuello de tortuga, abrecartas con mango de marfil, bustos de Beethoven, fotografías blanco y negro de gente pobre, alebriges carísimos, juguetes de hoja de lata, cuadros de artistuchos abstractos y sobre todo frases, todo un glosario de terminajos cultos, a saber: "discurso lúdico" "contexto claunesco" "hiperrealismo televisivo" "sobresaturación del yo" "posmodernismo a ultranza" "metafora propositiva" "hibrido del caos" … lo cual para mi, quien a pesar de que ya estaba acostumbrado a ello, pues había visto cosas como esas y aun peores muy de cerca, todavía tenia cierta reticencia a ello, un me provocaba cierta reacción, me causaban un plurito en la piel y en el cuero cabelludo acompañados de una sensación de fatiga instantánea.
De echo pues mi personalidad no era la de un un asiduo coleccionista, lector empedernido, melómano sofisticado, cinéfilo voráz ni nada parecido, a lo que más me acercaba era a oír discos en mi casa y de vez en vez alquilar películas en el vídeo, por lo tanto no me es fácil encontrar explicaciones al respecto de la fascinación por la cultura o lo culto, para mi todo ese culto al arte y al buen gusto era una sobre actuación y exageración del tiempo libre. Si alguna cosa tenemos diferentes con el las distintas sociedades del pasado es eso, el tiempo libre, y estas tres damitas que tocaban mi puerta lo tenían. (...)